Hoy he observado de nuevo a mi compañera Paz. En este caso ha sido una experiencia totalmente diferente. Paz, al igual que yo, forma parte de un programa de tutorías individualizadas en las que hacemos un seguimiento de ciertos alumnos que presentan distintas dificultades, ya sean de comprensión, de lectoescritura, organización o incluso de adaptación.
Durante esta sesión, Paz se ha reunido con un alumno tutorizado que tiene problemas para aprobar las asignaturas debido, fundamentalmente, a su falta de organización y constancia.
En primer lugar, Paz le ha preguntado por su progreso con las asignaturas. El alumno lleva solo la mitad de ellas aprobadas. Le pregunta cuál cree que son sus puntos débiles y le anima diciéndole que sus profesores creen que podría aprobar todo sin problemas. A continuación, le entrega una hoja para que vayan analizando juntos punto por punto técnicas para mejorar su estudio y organización.
Antes de nada, se centran en establecer un lugar de estudio adecuado, tranquilo, luminoso y ordenado. Después, le da un horario para que rellene día a día como va a organizarse la tarde, matizando que debe priorizar las tareas que tienen las entregas más cercanas y los exámenes más próximos. Además, hace hincapié en establecer momentos de descanso a lo largo de la tarde.
Después, le da calendarios de cada mes para que apunte los exámenes y trabajos y los pueda colgar en su habitación, teniéndolos siempre visibles. Luego, hablan del teléfono móvil y de cómo nunca debería tenerlo cerca durante el estudio.
En todo momento, Paz le transmite confianza y le señala sus puntos fuertes. Le anima a trabajar y a que trate de salvar algunas de las asignaturas que lleva suspensas en este trimestre para que le queden las menos posibles pendientes.
Por último, le vuelve a resumir todo lo que han hablado para asegurarse de que lo ha entendido y va a intentar ponerlo en práctica. Le pide que, por favor, le traiga rellena la hoja del calendario como un primer ejemplo para que ella sepa que él puede organizarse solo.
Antes de marcharse, le pregunta si hay alguna cosa que ocurra en clase que le impida a él concentrarse. Después de analizar las distintas situaciones que se dan, el alumno admite que su comportamiento impide que apruebe algunas de las asignaturas con las que no debería tener problemas. Se despiden con el compromiso de que tratará de mejorar todos esos aspectos.
Esta sesión es útil sobre todo para ayudar a los alumnos en una tutoría, pero también me llevo todos los refuerzos positivos que le ha dado y la manera de hablar con él, de entenderle y escucharlo para buscar formas de ayudarlo. Me gusta mucho como se comunica con él, como razonan juntos, el lenguaje cercano que utiliza y siempre buscando el consenso, lo que puede perfectamente aplicarse cada día en el aula para garantizar una comunicación asertiva con nuestros alumnos, y un ambiente en el que se sientan cómodos para expresar sus opiniones.
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